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Maldivas… ¡ay las Maldivas! Cuando pensamos en ellas nos vienen a la cabeza sus aguas turquesas, sus playas de arena blanca, nos evocan paz y tranquilidad… y un lujo casi inalcanzable. Pero hay tantas Maldivas como tipos de viajeros, si bien es cierto que pasar una semana en las Maldivas no es barato (aunque si hay formas de hacerlo low-cost), podemos encontrar tanta oferta, que seguro que alguna opción se adapta a nuestros bolsillos.

Si la larga lista de hoteles, resorts y B&B te abruma, puedes consultar nuestro post Encuentra tu viaje ideal a Maldivas”.

Esta es, con todo lujo de detalles, nuestra estancia en el Vilamendhoo Island Resort & Spa para celebrar nuestro 10º aniversario de bodas.


Día 0: viernes 24 de junio

Nos levantamos bien temprano para acabar de arreglar el equipaje, aunque durante toda la semana ya hemos ido dejándolo todo preparado. Aún tenemos toda la mañana para revisar las maletas y no dejarnos nada porque nuestro vuelo está programado para las 16:20h.

Son poco más de las 12 cuando llegamos al aparcamiento del aeropuerto. Los niños no están con nosotros: esta vez toca viaje de pareja para celebrar nuestros 10 años de matrimonio. Al llegar al mostrador para el check-in, aún falta casi una hora para que abran, pero ya hay gente esperando. Una vez abierta la facturación, las colas son todo lo ágiles que pueden ser, teniendo en cuenta las mil escalas posibles de los pasajeros y toda la documentación que requiere cada uno de los destinos (certificados COVID, PCR, declaraciones online…). Llega nuestro turno y solo necesitamos nuestro pasaporte y el formulario IMUGA, imprescindible en estos momentos para acceder al país, que hemos cumplimentado el día anterior. Si vas a viajar a Maldivas no olvides rellenar este sencillo formulario 48h antes de viajar, a través de este enlace.

Una vez hecho el registro y pasado el control de seguridad, nos dirigimos a comer algo porque nos quedan 2:30h para salir y hay que hacer tiempo. Almorzamos unas empanadillas en la terraza de la terminal para llenar un poco el estómago y vamos a buscar nuestra puerta de embarque. El control de pasaportes para vuelos fuera de la UE es muy rápido y, tras un buen rato esperando, embarcamos. Salimos con unos minutos de retraso pero ya ponemos rumbo al paraíso y solo quedan poco más de 5 horas de vuelo para llegar a nuestra primera parada: Qatar.

Volando hacia Doha para pasar una semana en las Maldivas
Volando hacia Doha

Viajamos con Qatar Airways y tras un vuelo muy tranquilo aterrizamos en Doha casi a medianoche, con una escala de 1 hora y 15 minutos por delante. El transfer es muy rápido y nos sorprende lo bien organizado que está todo. Teníamos ganas de ver el famoso oso dorado del aeropuerto, pero con una escala de 5 minutos nos es imposible. Veremos si a la vuelta tenemos tiempo de buscarlo.


Día 1: sábado 25 de junio

Finalizamos nuestro transfer exprés y despegamos poco después de la una de la madrugada hacia Malé con mucho sueño y muchos nervios. El avión va aproximadamente a la mitad de su capacidad y eso hace muy cómodo el trayecto para muchos pasajeros. En unas 4 horas llegamos a nuestro destino, sin apenas haber dormido nada, y estamos nerviosos porque desde el avión hemos podido ver la maravilla que nos espera: estamos sobrevolando decenas de islas y los arrecifes y el color turquesa de las lagunas ya se aprecian desde las alturas. El avión aterriza en la capital de Maldivas bajo un cielo parcialmente nublado y estamos impacientes por llegar a nuestro destino y poder ver en tierra lo que hemos visto desde el cielo.

En el aeropuerto aún nos espera una cola de una media hora para el control de extranjería, que pasamos sin mayor complicación. Tras recoger las maletas, nos dirigimos hacia el mostrador nº59, donde nos recibe un empleado de nuestro resort, que nos acompaña al mostrador de Maldivian, la aerolínea con quien tenemos contratado el traslado en hidroavión.

Transfers en maldivas

Hay varias maneras de viajar entre las diferentes islas de Maldivas y generalmente siempre es necesario salir desde Malé. Dependiendo de la distancia con la capital podrás ir en Lancha rápida o en hidroavión. En algunos casos puedes ir hasta otra isla local con un vuelo doméstico, y desde ésta, coger una lancha hasta el resort si es necesario.
Ten en cuenta siempre los gastos del traslado, que no siempre van incluidos en el precio.

Tras facturar de nuevo la maleta y hacer el check-in pertinente, subimos al autobús que va hacia la terminal de hidroaviones. Son las 09.00 h y nos acompañan a un lounge mientras esperamos nuestro turno para volar. Allí tenemos comida para picar algo, galletas, sándwiches, alguna pasta y bebidas frías y calientes, todo sin cargo. Nos tomamos un refresco de cola porque no tenemos hambre: solo queremos algo que nos despierte un poco.

Subimos al hidroavión a las 9:30h y, tras unas escuetas recomendaciones de seguridad, despegamos. ¡Qué sensación tan rara! El hidroavión es una experiencia, sin duda, muy recomendable. El vuelo es movido, está nublado y hay algunas turbulencias, pero tampoco son terribles y se compensa con el paisaje que podemos contemplar. Distinguimos resorts, islas locales, bancos de arena y arrecifes de coral: es increíble. Hacemos miles de vídeos y fotos y ninguna consigue plasmar lo que captan nuestras retinas, esta es una sensación que nos acompañará durante todo el viaje. Oficialmente, ¡estamos en el paraíso!

Aterrizamos en medio del mar en una zona poco profunda cercana a la isla de Vilamendhoo. Está lloviendo, no muy fuerte, pero sí lo suficiente como para necesitar un paraguas (que no tenemos). Desembarcamos en una plataforma donde ya nos espera un dhoni (un barco típico maldivo) para llevarnos al hotel, que ya vemos desde dónde estamos. ¡Lo tenemos tan cerca!

Llegamos al Vilamendhoo Island Resort & Spa
Llegamos al Vilamendhoo Island Resort & Spa

En apenas unos minutos bajamos de la embarcación y nos reciben en el Vilamendhoo Island Resort & Spa con música de percusión en directo. Cruzamos la pasarela que separa el embarcadero de la recepción del hotel y el personal nos da la bienvenida, ofreciéndonos asiento. Unos minutos después, nos traen una bebida fresca y se presenta Paola, una encantadora recepcionista. Parece de origen Italiano y con un perfecto español nos explica todo lo que debemos saber sobre nuestro alojamiento. Nos indica que tenemos que hacer el pago del vuelo en hidroavión y acto seguido nos entregan en el mostrador las llaves de nuestra Jacuzzi Beach Villa: nos esperan 4 noches en ella. Junto a las llaves, nos facilitan unos paraguas y Paola nos acompaña a nuestra Villa, dando un paseo desde la recepción por el interior de la isla.

El Vilamendhoo Island Resort & Spa

Toda la información sobre el  Vilamendhoo Island Resort & Spa la puedes encontrar en nuestra reseña de este maravilloso hotel y su increíble isla.

Tenemos la villa número 213, en la cara sur de la isla y la última antes de llegar al Sunset Bar. Allí ya tenemos disponible nuestro equipaje y, cuando Paola se marcha, no podemos evitar hacer numerosas fotos de cada rincón del bungalow. Las Jacuzzi Beach Villas se encuentran al oeste de la Isla, en la zona Adults Only y junto al Sunset Bar con su infinity pool.

Está dejando de llover cuando apenas hace media hora que hemos llegado a la isla, por lo que parece que estaremos de suerte. Aunque todavía no vemos el sol, el cielo empieza a despejarse un poco y no podemos esperar para dar un paseo por la playa. Nos llevamos los paraguas pero no necesitamos abrirlos en ningún momento. Dando un paseo, rodeamos casi toda la isla y allá donde miramos hay una foto preciosa que hacer. No nos creemos donde estamos: se respira mucha paz y aunque se puede deducir que la ocupación del hotel es alta, en ningún punto de la isla tenemos esa sensación: no nos cruzamos con más de cuatro personas durante nuestro recorrido.

Es la una de la tarde y comienza a despertarse el hambre, por lo que vamos a conocer nuestro restaurante para toda la estancia. Llegamos al Ahima, el restaurante que se asigna a los huéspedes de las Jacuzzi Beach Villas y Jacuzzi Water Villas. Allí nos recibe Thau, quien será nuestro camarero durante todas las vacaciones. Muy amable y atento, nos indica que nuestra mesa siempre estará lista para nosotros en el mismo lugar y que, si queremos, podemos usar las mesas libres de la terraza, junto a la piscina. El almuerzo de buffet es muy completo y hay opciones para todos los gustos: siempre hay algún plato europeo y un curry con carne y otro vegano, el resto puede ir variando. Hay mucha variedad, y el almuerzo parece que es un adelanto de la posterior cena temática.

Después de comer volvemos a nuestra villa. Estamos muy cansados, no hemos conseguido dormir durante los vuelos y necesitamos una siesta, así que ponemos el despertador porque no queremos desaprovechar ni un minuto y por fin conseguimos descansar un poco.

Una hora y media más tarde llega el tan ansiado momento de abrir las maletas para ponernos los trajes de baño. ¡Por fin vamos a probar estas maravillosas y cristalinas aguas! Salimos hacia la zona de las water villas y nos damos nuestro primer chapuzón en ese agua que está a una temperatura magnífica. Sigue nublado, aunque no parece que vaya a llover de momento. Después del primer baño llega otro de los momentos más esperados del día: ponernos las gafas y el tubo de snorkel para saludar a la fauna marina. Uno de los puntos más importantes para nosotros a la hora de escoger el hotel fue la accesibilidad al arrecife y las buenas condiciones de éste. No en vano, la isla de Vilamendhoo aparece en numerosos rankings de los mejores house reef de Maldivas.

Aunque nos gustaría, por desgracia no podemos comparar con otros hoteles o islas, pero podemos asegurar que la fama que tiene es bien merecida. Solo con sumergir la cabeza en el agua ya podemos ver algunos peces increíbles, pero cuando llegamos a la caída del arrecife… Aquello es como una gran autopista llena de fauna marina: hay una cantidad enorme de especies diferentes y cada día puedes encontrar cosas nuevas. Paola nos comentó que en la playa sur el coral se encuentra en mejor estado que en la cara norte. El coral está prácticamente en su totalidad muerto en todo el perímetro de la isla, pero se puede observar alguna zona que empieza a recuperarse y es francamente espectacular ver como brotan algunos colores sobre un paisaje marrón.

Solo recorremos hacia el este un pequeño tramo frente a nuestra villa, pero es la primera toma de contacto y ya estamos alucinados con lo que hemos visto. Lo mejor de todo es que en este momento no somos conscientes de lo que aún nos queda por ver.

El acceso al arrecife

Las zonas de acceso al arrecife para hacer snorkel están marcadas con boyas y es importante entrar y salir por ellas para salvaguardar el coral y no alterar el ecosistema.

Antes de volver a nuestra zona de adults only, decidimos ir a recepción a reservar las actividades que queremos realizar durante la semana. Concretamente queremos reservar unas sesiones de spa, que tienen descuento con el All Inclusive Plus (AIP) al contratarlas durante las primeras 48h. También la excursión Sunset Cruise, incluida en el paquete. Finalmente, nos apuntamos a la excursión Ocean Discovery del miércoles, la joya de la corona, para ver el espectacular tiburón ballena.

Empieza a caer la tarde y, como no, tenemos que probar la maravillosa Infinity pool, así que dejamos nuestras toallas en unas hamacas libres y vamos de cabeza al agua para observar desde la orilla de la piscina esa inmensa laguna turquesa. Nos parece estar en un sueño y al salir, estrenamos el paquete AIP con unos cocktails buenísimos. No nos esperábamos gran cosa y superan nuestras expectativas con creces.

Atardece y volvemos a nuestra villa a prepararnos para la primera cena. Son casi las 19h y aun seguimos cansados, así que buscamos rápidamente algo de ropa por las maletas y nos vamos a cenar. Casi somos los primeros en llegar al restaurante y hoy hay cena Tex-Mex, aunque no faltan los curris indios y otros platos locales. 

Tras la cena, volvemos a nuestra villa: se acaba nuestro primer día y estamos encantados, nos sentimos en una nube y aunque el sueño nos vence, estamos deseando disfrutar del siguiente día con las pilas cargadas.


Día 2: Domingo 26 de Junio

Amanece en el Vilamendho Island Resort & Spa y nosotros a las 6 de la mañana ya estamos despiertos, después de un largo y reparador sueño. Parece que, tras horas sin dormir, por fin hemos podido recargar las baterías y estamos ansiosos por disfrutar de nuestras tan deseadas vacaciones.

Todavía no ha abierto el desayuno y decidimos dar un paseo por la zona de la laguna y los overwaters para hacer tiempo. Esta mañana el cielo está mucho más despejado que ayer y empezamos a notar como los rayos de sol se abren paso entre las nubes. Estamos en temporada de lluvias y somos conscientes que el tiempo puede estar revuelto, así que de momento estamos de suerte. El paisaje, hoy con más luz, es aún más paradisíaco que ayer.

El comedor del restaurante Ahima
Desde nuestra mesa en el Ahima

Abrimos una vez más el restaurante y tomamos nuestro primer desayuno en la isla. Allí está Thau de nuevo, que nos pregunta si queremos cafés o alguna otra bebida. El café con leche es decente, sin más, pero en el buffet hay zumos, algunos de ellos naturales, que están de vicio. Encontramos algunos platos salados, bollería, varios tipos de pan, yogurt, fruta, huevos preparados al gusto, gofres y tortitas recién hechas y, como no, curri con arroz entre otras cosas.

Tras desayunar volvemos a nuestra villa a prepararnos para otra sesión de snorkel porque queremos volver a visitar el arrecife que tenemos justo enfrente. Una vez dentro, no dejamos de fascinarnos con todo lo que vemos a nuestro alrededor. Hacemos de nuevo el mismo recorrido que el día anterior pero esta vez llegamos un poco más lejos. De vuelta, descansamos unos minutos en las hamacas reservadas que tenemos en la playa frente a nuestra villa. Se respira relax a esa hora de la mañana y solo se escuchan las olas del mar, lo que es una sensación única.

Como empieza a brillar el sol, queremos repetir el paseo del día anterior para volver a disfrutar de las vistas, esta vez con más luz. ¡Qué espectáculo! Los colores del mar, el contraste entre la laguna, el arrecife y las aguas abiertas nos tiene totalmente atrapados. Esta vez no llegamos hasta el final de la isla y nos vamos hacia dentro un poco antes, por lo que nos topamos con la piscina interior, pensada para las familias, junto al Boashi Bar. No podemos resistir el darnos un baño para combatir el calor y después pedimos un buen batido y un té helado.

El cielo se ha despejado completamente y decidimos seguir paseando hacia el Dive Center para alquilar unas aletas, porque con el oleaje que estamos teniendo es complicado hacer snorkel sin ellos. Con nuestra nueva adquisición vamos directos a nuestra villa siguiendo la costa, donde nos espera una grata sorpresa: nos han decorado la cama con una felicitación por nuestro décimo aniversario de bodas. Todo un detallazo del equipo del Vilamendhoo Island Resort & Spa.

El tiempo vuela y ya es hora de comer. Son casi las doce y media y entramos al restaurante a primera hora para aprovechar el día al máximo, ya que en Maldivas atardece muy temprano.

Tras el almuerzo y una pequeña siesta, volvemos al arrecife frente a nuestra villa para otra sesión de snorkel, esta vez con las aletas. Pensamos ir al lado norte de la isla, pero decidimos dejarlo para mañana. En el arrecife, cada vez nos sorprende algún animal que no hemos visto antes.

Cuando ya estamos cansados de nadar, se nos hace casi imprescindible volver a la relajante infinity pool para quitarnos la sal, disfrutar de un baño tranquilo y por supuesto, tomar un cocktail, esta vez acompañado de algo para picar de entre las opciones que entran con el paquete AIP, y que son bastante variadas.

La puesta de sol
La puesta de sol

Decidimos volver a la villa para darnos una ducha. Hoy tenemos más tiempo y nos apetece prepararnos a conciencia para nuestra noche de celebración. Sobre las 17:30 salimos en dirección al extremo oeste de la pasarela de las water villas para contemplar la puesta de sol. Allí nos espera un columpio precioso y, justo enfrente de nosotros, el sol poniéndose bajo el horizonte azul. Otra experiencia maravillosa que guardaremos siempre en nuestras retinas y que por supuesto hemos retratado hasta la extenuación. En esta época del año la puesta de sol se puede ver a las 18:20h, así que deshacemos nuestros pasos hacia tierra firme para hacer tiempo para la cena, tomando algo fresco en el Sunset Bar.

Cuando llegamos al restaurante, encontramos nuestra mesa ligeramente diferente: cubierta con un mantel blanco, tiene adornos florales, servilletas haciendo de decoración y una tarjeta de felicitación por nuestro aniversario, de parte del hotel. Nos parece un detalle precioso y nos emociona recibir esta magnífica atención. Thau nos indica que nos esperemos antes de ir a por los postres porque nos tienen algo preparado para nosotros. Esta noche la temática de la cena es India y cuando acabamos de cenar (nuestro camarero ya conoce a la perfección la rutina que seguimos durante las comidas y reconoce cuando hemos terminado sin necesidad de preguntarlo), nos traen una pequeña tarta con una felicitación. ¡Está riquísimo! y una vez más nos dejan sorprendidos con la atención al detalle.

Al finalizar la velada, volvemos a nuestra cabaña para acabar de celebrar este día tan especial con una botella de prosecco que nos han dejado en nuestra habitación, incluida en el AIP, y con un relajante baño en el jacuzzi. Ha sido un día tranquilo y lleno de detalles y nos vamos a dormir pensando que, por el momento, todo está siendo mejor de lo que habíamos soñado.


Día 3: lunes 27 de junio

Hoy nos levantamos justo a la hora del desayuno. Eso sí, seguimos abriendo el restaurante porque nos parece que así aprovechamos mucho mejor el día. Ayer, después de mirar mucho la carta de bebidas, descubrí que podíamos pedir diferentes preparaciones de café así que hoy quiero probar el Latte. ¡Y qué gran acierto! Está buenísimo, mucho más que el café con leche del día anterior.

Ya estamos listos para iniciar un nuevo día en el paraíso. Hoy vamos a hacer snorkel por la cara norte de la isla y sabemos que allí encontraríamos más cantidad de fauna marina, pero ni en nuestros mejores sueños podríamos haber imaginado tanta cantidad y variedad. Numerosos bancos de peces, especies diferentes, colores y formas que jamás habíamos visto. Es espectacular. Llegamos a un punto donde una tubería vierte aguas al mar y allí se concentran miles de peces buscando comida. Por primera vez encontramos a los peces payaso, que tantas ganas teníamos de ver, resguardados en sus anémonas. Nos quedamos con ganas de más, pero de momento, solo hacemos aproximadamente la mitad de la costa porque tenemos reservado un masaje en el spa y queremos llegar puntuales a la cita.

Después de una ducha para tener la piel fresca y limpia de sal y crema solar nos dirigimos al Duniye Spa, que se encuentra al inicio de la pasarela de las water villas. Allí nos reciben con una sonrisa y nos ofrecen un té helado que nos sabe a gloria. Hemos contratado un masaje tailandés en pareja y tras firmar el consentimiento y explicarnos todo el proceso, nos llevan hasta nuestra sala, de aspecto similar a las water villas. En el baño tenemos preparada ropa interior de papel y un pijama y cuando estamos listos nos ofrecen tumbarnos en las camillas, desde las que se ve la laguna a través de una zona acristalada en el suelo.

Una habitación de masajes
Una habitación de masajes

Las masajistas nos preguntan con qué intensidad nos gustaría recibir el masaje y se ponen manos a la obra. El masaje tailandés ya lo conocíamos porque precisamente en Tailandia nos hicimos varios, y este lo encontramos incluso más duro que alguno de los que recibimos allí. La verdad es que eso no nos importa, pues nos encantan este tipo de masajes y los disfrutamos mucho. Después de una hora de estiramientos y presiones varias, terminamos nuestro tratamiento y nos guían hacia una sala con vistas al horizonte y unas camas balinesas. Después de una sesión relajante nos parece un gran colofón acabar estirados con esa panorámica de fondo. A los pocos minutos nos traen un té caliente de jengibre que sienta de maravilla.

Bien relajados volvemos dando un rodeo por la playa antes de volver a nuestra villa. En los restaurantes no está permitida la entrada con traje de baño o con vestidos con transparencias, por lo que antes de cada comida pasamos por la habitación a cambiarnos de ropa. Hoy hace un día espléndido, con un sol de justicia, así que aprovechamos para hacer alguna foto más, porque parece que no tenemos suficientes. Lo cierto es que cada vez que miramos a algún punto de la playa queremos seguir pulsando el disparador de la cámara. El paisaje es hipnótico, pero seguimos con la sensación de que la cámara o el móvil no logran captar lo que ven nuestros ojos.

Estamos listos para ir a comer y una vez más tenemos variedad de sobra. Siempre dejamos un pequeño hueco para probar el curry del día y de momento nos han gustado todos, aunque el de hoy es especialmente picante (incluso la opción “mild”). Estamos un poco deshidratados por el calor y nos apetece un té bien frío para acompañar el almuerzo, y resulta estar tan bueno y entrar tan bien que nos terminaremos aficionado a él. 

De vuelta a nuestra villa nos tumbamos a descansar un poco en la habitación después de la comida, con una buena dosis de aire acondicionado para afrontar la segunda parte del día.

Ya recuperados, volvemos a la playa norte para seguir con el snorkel que habíamos dejado pendiente por la mañana. Volvemos a ver una gran cantidad de peces, aunque no tantos como a primera hora del día. Eso sí, podríamos estar horas contemplando cada uno de ellos y haciendo miles de fotos y videos con la GoPro. Está siendo una sesión muy prolífica: habíamos visto algunos baby shark en la laguna, pero esta es la primera vez que conseguimos ver uno mientras hacemos snorkel y éste es un tiburón de punta negra de los más grandes.

Casi en la zona del Asian Wok, cuando ya pensábamos en salir del agua, encontramos una tortuga marina. No teníamos muchas esperanzas de encontrarnos con alguna por lo que cuando la hemos visto ha sido increíble. ¡Son francamente preciosas! Después de un buen rato observando cómo picoteaba los corales, tomamos el camino para salir del arrecife, siempre por los accesos marcados. Sin embargo, esta vez nos cuesta mucho salir por el miedo a tocar algún coral y dañarlo. Con dificultad, conseguimos llegar a la orilla y miramos hacia atrás para ver si estábamos haciendo algo mal, pero efectivamente, esa era la salida correcta. Definitivamente hay que elegir muy bien por dónde salir porque hay algunos puntos más complicados que otros.

Desde la playa vamos directos a la infinity pool, en el extremo opuesto de la isla, para refrescarnos un poco. No hay nunca más de tres personas dentro del agua y la mayor parte del tiempo estamos completamente solos y siempre encontramos hamacas libres a pesar de no haber demasiadas. Pasamos lo que queda de tarde entre la piscina y el Sunset Bar, desde el que vemos el atardecer mientras tomamos algo.

Sin darnos cuenta ya empieza a anochecer y tenemos que ir a la villa para arreglarnos. Tras una ducha rápida volvemos hacia el restaurante Ahima, donde nos espera Thau para preguntarnos qué vamos a tomar. Hoy toca cena italiana, con variedad de pastas, focaccias y postres típicos como el tiramisú.

Al salir del restaurante nos apetece dar un paseo y mientras estamos en la playa nos damos cuenta del espectáculo que tenemos sobre nuestras cabezas: un cielo precioso repleto de estrellas y sin apenas nubes. No podemos evitar ir a buscar nuestro pequeño trípode para el móvil para hacer fotos de larga exposición. ¡Qué lástima no haber traído el trípode para la cámara réflex!

Bajo el cielo estrellado, decidimos caminar hacia el centro de la isla para cambiar un poco de aires y ver el ambiente nocturno de esa zona. El Bonthi Bar ofrece algo de animación cada noche a partir de las 21h y ahora están mostrando la fauna marina del atolón con música de fondo. Nos sentamos en la zona del muelle para tomar un coctel y, recomendados por el camarero, provamos el Maldivian Dream. Muy acertado por su parte. Es una deliciosa mezcla de crema Bailey’s con licor Kahlúa de café y crema de menta y disfrutamos de su sabor mientras observamos el mar, las estrellas y la fauna local (aves, tiburones, peces…).

La terraza del Boashi Bar
La terraza del Boashi Bar

Cuando hemos acabado nuestra bebida, nos proponemos ir hacia el extremo oeste de la isla y llegar hasta el Asian Wok. Allí el servicio de cena está acabando y preguntamos si podemos recorrer todo el borde del restaurante, a lo que acceden sin problemas. En la zona cercana a la cocina podemos ver infinidad de tiburones y peces enormes que parece que esperan su ración de comida. Nos quedamos embobados contemplando el espectáculo y tras un largo rato volvemos por el interior de la isla a nuestra querida villa. Allí repetimos la fórmula del día anterior para finalizar la velada: copa y jacuzzi, ¡esto sí que es vida!


Día 4: martes 28 de junio

Otro nuevo día en Vilamendhoo y tenemos la sensación de que el tiempo está pasando muy rápido. Nos despertamos otra vez a la hora justa para ir a desayunar y a las 7:30h llegamos al restaurante. Thau nos da los buenos días de nuevo y nos trae el mismo café Latte que ya encuentro sobre la mesa cuando nos sentamos, tras elegir nuestros platos.

Hoy volvemos a primera hora a la playa norte a hacer snorkel, lo que se ha convertido en una rutina para justo después del desayuno. Hemos descubierto que es la mejor hora para ver cómo se reúnen todos los animales para buscar comida. Esta vez recorremos toda la costa hasta llegar al Asian Wok, justo hasta el cartel que prohíbe el baño. Cuando salimos del agua, seguimos caminando por la costa sur de la isla hasta completar todo el perímetro y llegar a nuestra villa, donde descargamos nuestro material de snorkel y salimos hacia la zona de adults only.

Vuelve a brillar el sol, esta vez con alguna nube dispersa que no molesta en absoluto y pasamos lo que resta de mañana en la infinity pool. Ramon vuelve a pedir el té helado y yo me decanto por un Coco Colada, una piña colada sin alcohol. Estamos prácticamente solos una vez más y podemos retratar de mil maneras el contraste de la piscina con las aguas turquesas al fondo.

Llegamos a mediodía y tras una breve sesión de fotos por la playa vamos al restaurante a la hora de apertura, como siempre. A pesar de ser el cuarto día en el resort, el menú no nos parece nada repetitivo y, en general, nos gusta mucho todo lo que vamos probando.

El momento de descanso en la habitación después del almuerzo es ya imprescindible en nuestra rutina vacacional, así que no lo perdonamos hoy tampoco, aunque es un poco más corto porque esta tarde salimos a ver el atardecer en el Sunset Punch Cruise que hemos reservado y queremos aprovechar la tarde.

Caminando por el interior de la isla durante nuestra semana en las Maldivas
Caminando por el interior de la isla

Yo decido ir a hacer snorkel enfrente de nuestra villa y Ramon se queda escuchando música en la hamaca que tenemos a nuestra disposición en la orilla de la playa. En principio quería hacer una sesión corta, pero termino justo antes de llegar al embarcadero. Esta zona es realmente preciosa y, si bien hay menos fauna, hay zonas con coral vivo y los colores son preciosos.

Vuelvo con mi marido y ya es hora de prepararnos para el paseo en barco. Nos duchamos y vestimos y, cuando estamos listos, caminamos hacia la recepción del hotel, donde esperamos hasta las 17h para embarcar.

El barco es un dhoni de madera, parecido al que nos recogió del hidroavión el primer día. Nos sentamos en un lateral, pero al poco tiempo de arrancar decidimos subir a la cubierta superior, desde la que la vista es aún mejor. Cuando estamos en alta mar nos ofrecen un ponche, que tiene todo el sabor de un San Francisco sin alcohol, y la verdad es que nos sienta de maravilla. Durante el recorrido tenemos una vista privilegiada del atardecer y de la pequeña isla local más cercana al resort, Dhangethi. Poco rato después, la tripulación empieza a dar rodeos en busca de delfines, que finalmente avistamos. Es precioso ver cómo van saltando, a lo lejos, y la vista con la puesta de sol de fondo es maravillosa. Finalmente volvemos a la isla pasadas las 18:30h.

Cuando llegamos a nuestra zona de la isla, apenas faltan unos minutos para la cena, así que esperamos en el Sunset Bar hasta que abren el Ahima. Hoy toca cena india: ya hemos ido probando algún plato de origen indio durante la semana pero hoy encontramos más especialidades del país, que tiene mucha influencia en la cultura culinaria de Maldivas. Hoy, una gran fuente de chocolate blanco preside la mesa de los postres.

El cielo está muy despejado y otra noche más podemos ver con claridad una gran cantidad de estrellas en el cielo. Salimos del restaurante y vamos directos a la villa. Esta será nuestra última noche en ella y tenemos que dejar las maletas preparadas para el cambio de habitación. Además, mañana nos espera un largo día de excursión, por lo que necesitamos ir a dormir pronto. Antes, por supuesto, nos tomamos nuestro ya rutinario baño en el jacuzzi, acompañado de una copa de vino: una auténtica gozada.


Día 5: miércoles 29 de junio

Nos despertamos bastante temprano para terminar de preparar las maletas y la mochila que nos llevaremos a la excursión. Hoy va a ser un día de muchas emociones. Vamos a desayunar y esta vez decido pedir un cappuccino que resulta buenísimo. Hacemos un desayuno un poco más ligero porque no sabemos cómo de revuelto va a estar el mar y no queremos que nuestros estómagos lo sufran.

Acabamos de desayunar y vamos directos a recoger nuestra mochila y cerrar definitivamente nuestra Jacuzzi Beach Villa. Dejamos dentro nuestro equipaje para que el personal del resort lo lleve a nuestra nueva ubicación y vamos hacia la recepción para hacer el check-out. El recepcionista nos comenta que cuando regresemos de la excursión debemos pasar a buscar la llave de la villa 317. Seguidamente nos acercamos al mostrador de excursiones para registrarnos y nos entregan unas hojas plastificadas con las recomendaciones para nadar con las mantas y con el tiburón ballena !Esto empieza ya!

Sentados en cubierta
Sentados en cubierta

Tras unos minutos nos indican que ya podemos ir al embarcadero. Subimos a una pequeña lancha que nos llevará a bordo del yate Gomafulhu, la embarcación en la que pasaremos todo el día. Somos tres parejas solamente y al subir nos disponen a todos alrededor de una mesa en la cubierta de popa. Allí, nuestro guía Shiyah nos explica que la pequeña lancha que nos ha acercado está amarrada al barco porque nos moveremos en ella al llegar a los diferentes puntos de snorkel. En la lancha podemos dejar todo nuestro material, listo para usarlo en el momento oportuno. También nos informa de la ruta que vamos a seguir: primero, a unos 30 minutos al sur, llegaremos al manta point; seguidamente, tras unos 45 minutos más llegaremos a la zona del tiburón ballena y, por último, después de comer nos dirigiremos al punto de snorkel con tortugas.

Una vez hecha la presentación nos conducen a la zona de camarotes, en la que cada pareja dispone de una habitación con baño privado, aire acondicionado y una cama para descansar y guardar las pertenencias. No falta detalle. Nos ponemos la crema solar y subimos de nuevo a cubierta. En popa hay unas colchonetas para descansar y contemplar el paisaje. El mar está tranquilo y tal como había comentado Shiyah, en una media hora llegamos a una gran zona de aguas menos profundas y nos avisan que estamos en el Manta Point. Nos preparamos para bajar en cuanto nos den el okey, pero ese momento no llega y, tras casi media hora de búsqueda, no se avistan mantas por ningún lado. Es una pena, pero la tripulación decide que vayamos primero al Whale Shark point y después de comer seguiremos buscando las mantas gigantes.

Seguimos nuestra ruta hacia el sur y pasamos por la isla local de Maamigili, donde podemos ver cómo aterriza un vuelo regular en su aeropuerto internacional. Cuando la hemos sobrepasado llegamos a mar abierto y estamos oficialmente fuera del atolón de Ari. Notamos un cambio drástico porque el barco empieza a moverse bastante por el fuerte oleaje. Tras un buen rato bordeando la costa, encontramos un par de embarcaciones rondando un punto en el mar y al acercarnos se confirma que vamos a bajar para nuestra primera inmersión. Parece que hay un tiburón ballena cerca.

Llega el gran momento: bajamos del Gomafulhu y nos subimos a la pequeña lancha y, mientras nos acercamos a la zona, nos colocamos nuestro equipo de snorkel. Primero se lanza al agua Shiyah y cuando él está listo nos da el paso a los demás. Saltamos rápidamente al agua y al mirar hacia abajo, ¡ahí está! A varios metros de profundidad hay un tiburón ballena que parece bastante grande. No lo vemos muy cerca pero avanza a mayor velocidad de la que nos esperábamos. Nadamos lo más rápido que podemos para alcanzarlo, pero tras unos minutos se va alejando cada vez más. Cuando levantamos la cabeza del agua estamos completamente exhaustos y la lancha está muy cerca para recogernos.

El tiburón ballena
El tiburón ballena

Para nuestra sorpresa, la lancha se vuelve a mover y el timonel nos avisa que podemos volver a saltar al agua. El tiburón está allí de nuevo y Ramon no duda en tirarse al agua, pero yo necesito coger aire porque mi corazón va a mil por hora. Mientras me recupero, me conformo con haber visto esa maravilla una sola vez pero tras unos minutos me indican que, si quiero, todavía estoy a tiempo de saltar. Me siento más lista para ello, pero proponiéndome tomármelo con calma para no desmayarme, me lanzo al agua. En cuanto me ubico, veo que tengo al grandioso animal justo a mi derecha, a escasos metros, ¡que belleza! Ahora sí que podemos notar el gran tamaño que tiene y es espectacular ver cómo se va acercando a la superficie. Lo contemplo mientras se aleja y una marabunta de bañistas lo persigue, Ramon entre ellos.

Volvemos a la pequeña embarcación y en el frenesí del momento logro entender que la lancha va persiguiendo siempre al tiburón. El timonel, ayudado por Shiyah, que todavía está en el agua, nos acercan de nuevo frente al animal. Todo el estrés del momento no me había permitido ser consciente del proceso, hasta ahora. Nos comenta el timonel que podemos hacer una última inmersión. Ramon vuelve a lanzarse enseguida pero yo necesito recuperar el aliento de nuevo. Al cabo de unos minutos me siento lista y me lanzo. Esta vez lo tengo justo de cara y me aparto rápidamente porque tengo la sensación de que estoy muy cerca. Nado junto a él un rato y cuando empieza a venir más gente lo dejo ir. Ha sido el mejor momento sin duda: corto pero muy intenso. Me vienen a buscar y todos estamos muy emocionados, nos miramos con cara de alucinados y decidimos volver al Gomafulhu. ¡Hemos nadado con el gran tiburón ballena!

Aún con la experiencia a flor de piel, nos quitamos las camisetas y nos ofrecen agua para refrescarnos. Shiyah nos explica que hemos podido nadar con uno de los ejemplares más grandes que hay por la zona, de unos 7 metros de largo.

«Disfrutando» de la comida

Deshacemos el camino que habíamos hecho anteriormente y, tras otro rato de fuerte oleaje en alta mar, volvemos al interior del atolón. Aprovechan que llegamos a aguas más tranquilas para preparar la comida, pero algunos compañeros de excursión se sienten indispuestos por el movimiento del barco y no les apetece comer. Nosotros sí tenemos hambre. En la mesa hay curry de lentejas, ensalada de col y de lechuga, brócoli, pasta marinara, arroz con verduras, carne de ternera, alitas de pollo, papadum y pan. Somos 6 en total pero hay comida para 10 personas con mucha hambre. Después nos ofrecen fruta y sorbete de mango y nos parece una comida excelente, digna del propio buffet del restaurante.

Mientras estamos comiendo llegamos al manta point de nuevo. Al llegar, la tripulación no para de buscar y el barco da muchas vueltas por la zona, pero sigue sin haber suerte. Tras casi una hora, Shiyah nos comenta que lo siente mucho pero que se hace tarde y tenemos que ir al punto de snorkel con tortugas. Han hecho un gran esfuerzo, pero hoy no era día de ver mantas. Ya tenemos un buen motivo para volver a estas maravillosas islas.

Nos acercamos a una pequeña isla y nuestro guía nos indica que ya podemos subir a la lancha. Tras unos pocos metros llegamos cerca del arrecife y nos tiramos al agua. Nadamos durante más de 30 minutos y en el arrecife podemos ver peces que no conocíamos, de un color azul eléctrico intenso y distinguimos lo que nos parece algún tipo de pez globo o erizo. De repente, nuestro guía nos indica que hay una tortuga y él se sumerge haciendo apnea hasta varios metros de profundidad, pero no somos capaces de verla con mucha claridad. Él sigue intentando que la identifiquemos bien, pero es muy difícil distinguirla entre las rocas, a tanta profundidad. Ramon parece que tiene buena vista y si la ve, pero yo soy incapaz. Evidentemente Shiyah no puede tocarla para acercarla a nosotros, y tras otro rato más nadando por el arrecife decidimos volver al barco donde la tripulación nos explica que podemos ir hasta otro punto de snorkel para, con suerte, ver tortugas.

Nos dirigimos hacia la siguiente parada y, mientras navegamos, vemos una tortuga en la superficie nadando en nuestra misma dirección, es una imagen muy divertida. No tardamos mucho en llegar al lugar, en que parece que estamos en medio de la nada, pero volvemos a subir en la lancha y enseguida nos indican que ya podemos bajar.

Cuando nos tiramos al agua vemos una extensa zona de unos 3-4 metros de profundidad llena de trozos de coral muerto y roto.  En seguida escuchamos el aviso de Shiyah de que hay una tortuga. Vamos hacia él y ahí la tenemos: está en el fondo, muy cerca y es muy fácil nadar con ella. Se mueve lentamente y va alternando salir a la superficie y sumergirse hasta el fondo. Le hacemos un auténtico reportaje de fotos y videos y de repente nos vuelven a avisar de la presencia de otra tortuga y vamos para allá. Es casi igual en tamaño a la anterior, pero podemos acercarnos aún más a ella. Es precioso poder nadar con estos increíbles animales y observarlos de tan cerca, siempre sin tocarlos y respetando su espacio, por supuesto.

Nos dirigimos de nuevo con la lancha hacia el Gomafulhu. Allí nos espera una merienda muy completa: pizzas, galletas y bizcochos, además de café y té. Todo está delicioso y esta vez no sobra nada de comida. Ya hemos tomado el rumbo a nuestra isla, pero antes vamos en busca de delfines. Hemos podido ver alguno durante la mañana, pero ahora la intención es pararnos para contemplarlos de cerca.

Llegamos a la zona donde el día anterior había parado el suset punch cruise para avistar delfines, pero esta vez la experiencia es muy diferente. De repente algunos ejemplares empiezan a hacer piruetas delante nuestro: saltan, se acercan al barco, nadan a nuestro lado… ¡es mágico! El atardecer, el mar y los delfines jugando componen una estampa idílica y solo nos falta que la tripulación nos ofrezca una copa de vino espumoso para hacer redondo el momento. Suena música de fondo y, tras una hora de jugar “al escondite” con los delfines, el barco se va acercando lentamente a la isla de Vilamendhoo. Pasan unos minutos de las 18:30h y nuestra excursión llega a su fin. Bajamos de la embarcación agradeciendo a todo el personal la magnífica atención y la increíble experiencia que nos han ofrecido. El de hoy, sin duda, ha sido un día inolvidable.

Ya en tierra, nos toca ir a recepción a por la llave de nuestra Jacuzzi Water Villa. Ya sabemos que vamos a la 317. Habíamos solicitado, al reservar el hotel, la habitación 329 pero por lo visto no han podido cumplir nuestra petición. Eso sí, han respetado el lado impar porque desde esas villas se puede ver mucho mejor la puesta de sol. Esta vez ya conocemos el camino de sobra y nadie nos acompaña hasta nuestro nuevo hogar para las próximas 3 noches.

Abrimos la puerta muy emocionados y al entrar, las maletas están en el recibidor y todo se ve impecable. De nuevo no podemos evitar hacer muchos videos y fotos de toda la habitación, sobre todo de la espectacular vista hacia la laguna y el arrecife que tenemos frente a nuestra cama. El sol ya se ha escondido, pero vemos que estamos en una posición inmejorable para ver el atardecer. Llevamos 5 días y no dejamos de maravillarnos con cada cosa nueva que vemos. Estamos en un overwater en las Maldivas, ¿qué más se puede pedir?

Entre la exhaustiva inspección de la Villa y el tan esperado baño desde la terraza de la misma, se nos ha hecho la hora de cenar. Nos damos una ducha y vamos directos al Ahima para la cena asiática. Hay sushi vegano: a mí ya me han robado el corazón, y hacen fideos salteados al gusto entre otras delicias.

Nos encontramos totalmente exhaustos, así que hoy no hay cocktail bajo las estrellas, vamos directamente a la water villa a disfrutar de un pequeño baño en el jacuzzi y tomar algo del mini-bar. Esta noche toca asimilar lo que hemos vivido y descansar para aprovechar al máximo los dos días completos que nos quedan.


Día 6: jueves 30 de junio

Las vistas de la laguna, el arrecife y el mar, al abrir la cortina de la habitación de buena mañana, nos ponen de muy buen humor. Es temprano, como siempre, pero nos encanta aprovechar cada segundo de sol. El cielo está un poco nublado, pero poco a poco parece que va abriéndose, así que estamos teniendo mucha suerte con el clima.

El desayuno es variado y bueno como siempre. Me gustó el capuccino de ayer y repito. Hoy toca día de dulce y me regalo un plato con gofre de Nutella, croissant y una tortita, que ¡estamos de vacaciones!

No hace falta decir nada...
No hace falta decir nada…

Terminamos el desayuno y, en menos de 15 minutos, ya tenemos todo el equipo de snorkel puesto. Esta vez solo tenemos que bajar las escaleras de la villa y ya estamos en el mar. Hacemos caso de las indicaciones y no nadamos por la zona del arrecife de las overwaters, sino que lo hacemos por la parte de la laguna. Por aquí se ven también algunas especies muy interesantes. De pura casualidad veo como un pez de más de un metro de largo desayuna un cangrejo enorme, lo que es algo fascinante.

Como el acceso es complicado, decidimos empezar nuestra ruta de snorkel por donde siempre lo hacemos en la cara norte de la isla, somos respetuosos con las normas y queremos seguirlas a rajatabla, así que salimos de la laguna por una escalera que da a la pasarela de madera de las wáter villas y nos dirigimos a la playa. Lo hemos visto en varias ocasiones, pero siempre nos deleitamos con el espectáculo natural que tenemos enfrente como si fuese la primera vez que visitamos esta parte del arrecife. Nadamos hasta el final de la playa y volvemos a nuestra villa.

Hoy nos hemos propuesto disfrutar de nuestra nueva habitación y de sus comodidades, así que nos estiramos en las hamacas de la terraza, bajamos a darnos un baño en el agua, nos hacemos fotos con el azul turquesa de la laguna de fondo y, en definitiva, descansamos. Los refrescos, bebidas y snacks del mini-bar, incluidos en el paquete AIP, nos ayudan a pasar una mañana redonda.

Así llegamos a la hora de comer bien relajados. Hoy es el primer día que me cuesta escoger comida porque hay pocas opciones vegetarianas y las que veo no me apetecen o me parecen un poco insulsas (verduras al vapor). Dejo que Ramon acabe de comer y le propongo ir al Susnset Bar. Allí sí que veo varias opciones que son de mi gusto, y pido unas croquetas de pasta con verduras y una especie de pannini con berenjena que me parece buenísimo y acabo bastante llena. De postre como un plato de fruta: la carta de snacks del AIP ha salvado mi comida.

Vamos de nuevo al overwater para seguir con nuestro día de relax, porque quiero empezar un libro que compré en el aeropuerto de Barcelona y Ramon va a aprovechar para arreglar algún video y fotos del día anterior. Nos pasamos la tarde entre baños en el mar, lecturas y fotos.

Ramon, esperando su segundo masaje de la semana en las Maldivas
Ramon, esperando su masaje

A las 17h Ramon se marcha hacia el spa. Para su cumpleaños le regalé un vale por un tratamiento extra solo para él, así que con mucho gusto lo reservó para hoy. Ha elegido el «muscle ease massage», así que vuelve como nuevo, justo a tiempo para ducharnos y vestirnos. Hoy cambiamos de restaurante y cenamos en el Asian Wok. Esta cena, se incluye en estancias superiores a 4 noches con el AIP.

Cuando estamos listos, salimos de la villa en dirección a tierra firme pero todavía falta un buen rato para la hora de la reserva: tenemos el segundo turno que empieza a las 20:30h. Decidimos ir al Boashi Bar y tomarnos algo mientras hacemos tiempo. Pedimos nuestro cocktail de rigor y charlamos de todo un poco; han pasado los días volando y aun no nos hemos ido y ya estamos haciendo planes para volver.

Bien puntuales llegamos al Asian wok y nos llevan a la terraza, justo en un muelle donde se pueden ver millones de peces negros y algún que otro tiburón o manta raya. El camarero nos explica qué entra dentro de nuestro menú: podemos pedir un primero, un segundo y postre o dos primeros y un segundo. Elegimos esta última opción. Hay muy pocas opciones vegetarianas que no supongan un recargo así que me adapto lo que puedo a la situación. Al final nos decidimos por una ensalada tailandesa, tres platos de sushi, un curry verde de verduras y pad thai.

Nos marchamos con un sabor agridulce, porque nos ha gustado mucho todo lo que hemos comido pero las opciones eran bastante escuetas y las raciones algo pequeñas.

Hacemos el camino de vuelta a la villa, que está literalmente en el otro extremo de la isla. Después de un poco de lectura, nos vamos a dormir.


Día 7: viernes 1 de Julio

Llega nuestro último día completo en Vilamendhoo. No podemos creer que haya pasado una semana desde que salimos de Barcelona. Por un lado, parece que llevamos siglos aquí y nos sentimos como en casa, pero por otro nos parece que ha pasado volando el tiempo, aunque también echamos de menos a los niños y pensamos mucho en ellos.

Otra vez llegamos casi los primeros al desayuno y Thau ya me pregunta directamente si voy a querer capuccino o latte. Yo escojo la primera opción porque tengo la impresión que me llena menos. El desayuno no tiene más de un par de variaciones cada día y el resto se repite pero a mí, personalmente, me parece normal y no me molesta.

Cuando salimos del restaurante vamos directos a la villa a por el material de snorkel y otro día más estamos nadando por el arrecife bastante antes de las nueve de la mañana. ¡Que lujo tener esta rutina! Antes de entrar repasamos todas las especies que hemos ido viendo y comentamos que nos gustaría ver pulpos o algún pez escorpión o similar. Dicho y hecho, a mitad de camino encontramos un precioso pez león frente a nosotros. No podemos parar de fotografiarlo. Eso sí, con cuidado, porque son extremadamente venenosos.

Acabamos todo el recorrido de la playa norte y esta vez vamos también a la playa sur, nos hemos propuesto hacer todo el arrecife de la isla de punta a punta. Hacía días que no nadábamos por la cara sur y nos parece que la estamos redescubriendo. Al llegar a los embarcaderos salimos del agua y sobrepasamos a pie el Boashi Bar y la recepción. Justo en la primera boya que encontramos nos volvemos a meter en el agua para seguir con nuestro recorrido. Ésta es la última zona que nos quedaba por explorar y ahora que la vemos nos lamentamos por no haber venido antes. Es preciosa, una mezcla entre las dos costas, con anémonas y sus peces payaso dentro de ellas, millones de especies diferentes y además algunos corales vivos con colores vibrantes. Salimos del agua a la altura del Asian Wok justo antes de un cartel que indica que no se puede nadar por esa zona.

Durante la mañana el cielo se ha mantenido despejado, con alguna nube dispersa, pero al llegar casi al mediodía empieza a nublarse bastante.

Cuando estamos listos para ir al restaurante no nos olvidamos de los paraguas porque parece que los vamos a necesitar. Finalmente no es así, y parece que el tiempo va aguantando de momento. En el bufé hoy sí que encuentro cosas para comer sin problemas. Menos mal, porque aunque no llegué a pasar hambre, el día anterior había sido bastante complicado.

Al volver a nuestra habitación nos quedamos descansando en la cama unos minutos mientras planeamos la tarde y decidimos que haremos snorkel repitiendo el recorrido de la mañana porque nos ha encantado. Pero ese momento no llega puesto que sobre las 14:30h empieza a llover cada vez más fuerte. Durante toda nuestra estancia ha llovido en algún momento puntual, pero durante el día, hasta ahora, habían sido unas gotas y enseguida escampaba. También somos conscientes de alguna madrugada de tormenta fuerte, pero por la mañana el tiempo se calmaba totalmente. Esta vez es diferente y podemos ver los efectos del monzón en todo su esplendor. También este momento nos parece mágico, a pesar de estropearnos un poco nuestros planes. Nos lo tomamos con filosofía mientras termino la lectura que inicié el día anterior y rezamos para que mañana aguante el tiempo hasta que nos vayamos.

La lluvia para justo antes del atardecer, pero el cielo se mantiene bastante tapado y cada poco tiempo caen algunas gotas. Hay oleaje y bajo esa estampa no puedo evitar darme un baño en la laguna mientras el cielo está gris y las olas me van meciendo. Es una sensación indescriptible.

A la hora de la cena sigue habiendo momentos de llovizna, pero nos permite llegar al Ahima sin necesidad de abrir el paraguas. Nuestra última cena es de temática maldiva, por lo que degustamos varios platos locales que nos encantan. Muchos de ellos tienen como ingrediente principal el pescado de arrecife o el atún, pero otros llevan verduras o se pueden adaptar. No faltan tampoco los curris y la fuente de chocolate de nuevo, totalmente irresistible.

Es también la última noche que nos tomamos un cóctel en el Sunset Bar así que escogemos uno de los favoritos de cada uno. Ramon opta por un Maldivian Dream y yo me quedo con el Daikiri de plátano.

Volvemos a la habitación con la sensación de haber pasado el día a cámara rápida. Miramos en el canal 3 de la televisión donde nos indican la hora de nuestro hidroavión de regreso al aeropuerto. El de las 15:30h, parece que es el último, así que perfecto. Acabamos el día preparando el equipaje para que mañana no tengamos que hacerlo todo y pedimos una bolsa para la ropa mojada al personal de limpieza, que siempre pasa a última hora por si falta alguna cosa. Hay que descansar, mañana nos espera un largo día.


Día 8: sábado 2 de julio

Casi como en un pestañeo llega nuestro último día en el Vilamendhoo Resort & Spa. Ramon se va antes de que amanezca para hacer fotos de la salida del sol. No consigue mucho, el cielo continúa bastante tapado, pero sigue viéndose precioso.

Paseando de buena mañana
Paseando de buena mañana

Yo, en cambio, me despierto justo para desayunar porque me conozco y sé que no suelo dormir demasiado en los aviones, así que no quiero desperdiciar ni un minuto de sueño. Por supuesto llegamos de los primeros al restaurante y tomamos nuestro último desayuno en la isla.

Cuando volvemos a la villa dejamos todo preparado para que a la vuelta de nuestra última ruta de snorkel solo tengamos que guardar cuatro cosas y nos ponemos nuestros trajes de baño. Mientras el tiempo aguante, repetiremos el plan de la mañana anterior.

Recorremos toda la isla nadando por la barrera de coral despidiéndonos de cada rincón. Para nosotros el gran y magnífico housereef de Vilamendhoo ha sido de lo mejor que hemos experimentado durante un viaje. Tener la oportunidad de disfrutar de la naturaleza salvaje y de los colores del mar maldivo nos hace sentir muy afortunados. En esta semana completísima, no nos hemos cansado en ningún momento de recorrer el arrecife de punta a punta.

Al salir del agua no puedo evitar emocionarme y por dentro decir adiós a todo el fondo marino, mientras nos dirigimos al dive center a devolver los pies de pato que alquilamos el segundo día.

Seguimos directos hasta nuestra villa y todavía es pronto, así que lo primero que hacemos es comprobar de nuevo la hora de salida del hidroavión, que no ha cambiado. Lo segundo es bajar las escaleras del overwater y darnos un último chapuzón para despedirnos de nuestro particular “jardín” acuático.

El último baño tras una semana en las Maldivas
El último baño

Ponemos a secar un rato la ropa mojada mientras nos damos una ducha y lo dejamos todo listo para marcharnos. El check-out es a las 12 y aún tenemos una hora por delante. Cuando está todo preparado, nos sentamos en el sofá mientras comemos unos frutos secos, observando cada rincón de la habitación para memorizarlo de por vida.

Minutos antes de las 12 abrimos la puerta de la villa y ahí está nuestro camarero de habitación, Azmeel, para recoger las maletas. Con su habitual sonrisa se despide de nosotros y nos desea un buen viaje. Estamos muy agradecidos por sus atenciones y su simpatía.

Mientras andamos por la pasarela no puedo evitar soltar unas lágrimas: que pena recorrer ese pasillo por última vez. Sigue bastante nublado y parece que Maldivas nos despide del mismo modo en que nos recibió.

En la recepción entregamos las llaves y pagamos todos los extras de nuestra estancia: el spa y las excursiones. Cuando acabamos de hacer el check-out nos entretenemos un rato en la tienda de souvenirs. Allí buscamos un peluche del tiburón ballena, pero no quedan, por lo que escogemos en su lugar un pez payaso precioso y un imán de nevera para continuar con nuestra colección.

Se nos hace la hora de comer y hacemos por última vez el camino hacia el restaurante Ahima. Allí nos espera Thau, que nos sirve el té helado que le pedimos. Comemos muy bien, como siempre y nos despedimos del bufé con un buen plato de curry, como no podía ser de otra forma. Cada comida hemos probado uno diferente, en ningún momento han repetido exactamente el mismo y a nosotros nos chiflan todos. De hecho, ya hemos buscado la receta de alguno para recrearlo en casa.

La plataforma del restaurante Funama
De camino a la recepción

No son todavía las 14:00 horas y tenemos casi una hora para tomar algo y acabar nuestra estancia en la isla de la manera más redonda posible. Así que volvemos hacia el Boashi Bar y nos sentamos en los sillones para pedir el cocktail que será la guinda final del pastel. Repasamos las fotos, hablamos de lo vivido, de la experiencia en el resort, de la excursión del tiburón ballena, de las villas, de volver pronto… Estamos enamorados de Vilamendhoo.

Ya son las 14:30 y vamos a la recepción a esperar el embarque. Tras un buen rato nos indican que ya podemos subir al dhoni que nos va a llevar al hidroavión. Cuando estamos dentro, una persona del staff sube para darnos las gracias y repasar con una lista que estemos todos los viajeros.

Vilamendhoo Island
Resort & Spa

Instalaciones

Mantenimiento

Servicio

Comida

Una experiencia para repetir

En el Vilamendhoo Island Resort & Spa hemos disfrutado de unas vacaciones soñadas y de una experiencia maravillosa, que nos ha dejado con ganas de repetir nada más pisar el avión de vuelta, lo que no es algo que nos suceda a menudo.

Experiencia global

Nos ponemos en camino y vamos dejando atrás la isla. Aún tenemos que esperar un rato hasta que vemos el hidroavión amerizar cerca de nosotros. Cuando desembarcamos en la plataforma son prácticamente las 16h. Allí nos espera la tripulación con una gran sonrisa. Al subir al hidroavión somos los últimos, por lo que nos tocan asientos separados, pero no nos preocupa porque el trayecto es corto. Despegamos y poco a poco dejamos el Atolón de Ari mientras hacemos, otra vez, innumerables videos y fotos a las islas desde las alturas.

La llegada a Malé es suave y agradable y del hidroavión pasamos al autobús que nos llevará directos al aeropuerto. Al llegar, el equipaje aún no está listo para recoger: tardará unos minutos. Decidimos entrar directos a la terminal y entre unas cosas y otras se nos hacen las 5 de la tarde, aunque cuando pasamos el control de la entrada nos informan que aún falta una hora para poder hacer el check-in. Nos sentamos donde podemos e intentamos conectar el wi-fi de nuestros móviles, sin éxito, así que tenemos una espera bastante aburrida por delante.

Poco antes de las 18h abren la cola de facturación, así que vamos para allá. Esta vez nos piden el certificado de vacunación y con eso ya tenemos las tarjetas de embarque. Nos dirigimos al control de pasaportes, que es bastante ágil, y no nos piden el IMUGA que rellenamos 24h antes (suponemos que ya lo tienen registrado con nuestro número de pasaporte). Llegamos a la terminal después del control de seguridad y hay un duty free y varias tiendas de souvenirs: una más centrada en ropa, otra en artesanía y la más grande con recuerdos más típicos como imanes, tazas, peluches… Si en el hotel no encuentras algo que te convenza para tus familiares y amigos, aquí seguro que sí.

En el aeropuerto de Malé
En el aeropuerto de Malé

Hacemos un par de compras y bajamos a buscar nuestra puerta de embarque. La terminal de salidas es muy pequeña, solo hay 6 puertas de embarque, pero la organización es óptima. Compramos un bocadillo y una cola porque hace horas que no nos llevamos algo al estómago. Comemos y en menos de media hora ya estamos en la cola para embarcar y en poco rato estamos ya en el autobús que nos lleva al avión enseguida. Hoy la capacidad es probablemente del 100%, no vemos un asiento libre a nuestro alrededor.

Despegamos con retraso porque fuera empieza a llover bastante: el piloto nos avisa que pasaremos por una zona de turbulencias. No nos podemos imaginar que durante todo el viaje vamos a tenerlas y en algunas zonas son realmente fuertes y me asustan mucho. Lo paso bastante mal durante todo el vuelo y cuando aterrizamos, por fin, me tiemblan las piernas. Creo que ha sido el peor vuelo de mi vida (el aterrizaje es duro, pero mejor que el de la vuelta de Londres durante la tormenta Gloria).

Esta vez la escala en Doha es más larga y sí que salimos a la zona de tiendas, pero en el camino otra vez no pasamos por el mítico oso de oro… ¡No hay manera!

Esta vez hay que coger un skytrain para cambiar de zona, pero en pocos minutos llegamos hasta la puerta D24. En media hora abre el embarque y nos levantamos a hacer la cola. Enseguida estamos entrando en el avión tras el correspondiente paseo en autobús por las pistas de aterrizaje. Parece que no hay fingers en Doha: 4 vuelos y 4 autobuses.

Aterrizando en Barcelona tras una semana en las Maldivas
Aterrizando en Barcelona

Ya estamos en el avión que nos llevará a casa y, pese a los nervios iniciales, despegamos con casi 6 horas de vuelo tranquilo por delante. Dormimos como mucho una hora durante el trayecto, como siempre. Aterrizamos puntuales a las 7 de la mañana en el aeropuerto de El Prat. Por fin estamos en casa y nos espera una hora de coche para recoger a los niños: tenemos muchas ganas de verlos y darles los regalos que les hemos traído.

Ha sido un viaje relajante, pero también intenso y divertido. Hemos vivido cosas inolvidables y estamos convencidos de que volveremos, más pronto que tarde. Sabemos que no es un destino para todo el mundo, pero nosotros no nos hemos aburrido en 7 días completos que hemos estado allí. Quizás lo necesitábamos, o puede que simplemente nos guste disfrutar de la naturaleza y el mar, pero Maldivas ha sido un regalo para nuestros cuerpos y nuestras almas. ¡Hasta pronto, Vilamendhoo!

@viajarseescribeconerre

El verano, para nosotros empezó con un viaje que deseábamos hacer desde hacía muchos años y con la excusa de nuestro décimo aniversario de bodas no lo pensamos mucho 🥰. Maldivas ha sido muy especial y tenemos muchas ganas de repetir si la vida nos lo permite. #maldives #summer #dream #paradise #enjoy #anniversary #celebración #love #honneymoonpt2

♬ Bloody Samaritan (Cover) – Loud Urban Choir

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Alba es una exploradora nata y disfruta intensamente de todo lo relacionado con viajar: desde buscar vuelos y hoteles en sitios remotos con un año de antelación hasta mirar y remirar las fotos cuando ya hemos vuelto a casa para revivir esas ansiadas vacaciones. Pero lo que más le gusta es empaparse de toda la información posible antes de visitar un lugar nuevo, para vivirlo al máximo.

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